lunes, 16 de marzo de 2015

Manuela Carmena, Esperanza Aguirre… ¿No estábamos en la nueva política?

Aterrizaron los Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Albert Rivera… y el mismísimo Felipe VI. Jóvenes y suficientemente preparados. Nuevas caras para un nuevo país, para la nueva política. Ahora han llegado las candidaturas a los ayuntamientos y aparecen Esperanza Aguirre, Manuela Carmena… ¿No era un valor la juventud?


















Y nos han cogido con el paso cambiado. Con argumentarios en construcción en defensa de la frescura, la lozanía, la cerrazón de la experiencia frente a la osadía de los jóvenes, el olor a naftalina del "no nos moverán", la necesidad de desvinculación emocional de lo que vivimos en primera persona y quedó anclado por emociones irrepetibles, la necedad del pacto y del consenso…

¿Qué diremos ahora cuando nos hablen del valor de la experiencia, de la sabiduría de los años vividos? ¿Cómo reconvertimos nuestros argumentarios? ¿Cómo introducimos mechas blanquecinas en cabellos fuertes y tersos? ¿Habrá que darle una pensada ala coleta y a la camisa de cuadros?

Cuando Felipe González presentó su candidatura a las elecciones del 82, sus asesores de imagen le tiñeron de blanco las patillas porque el que iba a ser presidente del gobierno aún no había cumplido los 40 y resultaba poco creíble. Ahora estábamos en la fase contraria intentando recuperar vaqueros, piercing, barbas descuidadas y lenguajes irreverentes. La juventud.

Estábamos reviviendo El curioso caso de Benjamin Button y nos han obligado a rebobinar a toda máquina y devolver a Brad Pitt su senectud paulatinamente abandonada. Toda la vida buscando el elixir de la juventud para acabar maldiciendo a la doctora Asland.

Dejemos a un lado modas pasajeras, botafumeiros improvisados, virtudes de quita y pon; olvidemos lisonjas y frivolidades y volvamos a la sensatez. La edad nunca fue garantía de nada, como tampoco lo fue el género, sobre todo cuando hablamos de política. Decía Washington Irving que “la edad es cuestión de sentimiento, no de años”. Pues eso.

jueves, 5 de marzo de 2015

El mito de Argónidas y los retos de la comunicación política

“La popularidad precisa de buena memoria para los nombres, de amabilidad, de presencia en la calle, de trato liberal, de publicidad correcta y de una buena imagen política. Lo primero requiere que hagas patente que eres capaz de conocer a todos y cada uno por su nombre y apellidos”. (Comentariolum Petitionis, de Quinto Tulio Cicerón 102-42 a.C.)

Probablemente Argónidas nunca existió, o no tuvo una existencia constatable en este mundo nuestro de bullanga y sacrificio. Pero a alguien le gustó el nombre y lo convirtió en un mito. Sólo nombrarlo y cobraba una dimensión real, presente, agobiante. Argónidas era nuestra propia sombra, pero con autonomía de movimientos.

Se inicia la campaña electoral en Andalucía. La primera de un año de múltiples citas con las urnas y de desconcierto en los equipos de campaña de los partidos.

·         Toca volcarse en la televisión y en los espacios de campaña que cederán a los partidos en aplicación de una cuestionable proporcionalidad –dicen unos-.
·         No, no, en absoluto, debemos estar en las redes sociales –opinan otros-, ahí se va a jugar la hegemonía.
·         Hay que encontrar un camino para la movilización de los indecisos y eso pasa por inocular la idea de cambio –para unos- o de peligro al cambio –para otros-.

Y  hay que encontrar un candidato que no provenga de la vieja política. Un candidato de la nueva hornada; ya lo pasearemos por los platós para elevar su nivel de conocimiento.

¿O tal vez una veterana osada y lenguaraz con miles de horas de televisión y decenas de responsabilidades políticas en la mochila?

Las redes sociales, el infoentretenimiento de las tertulias televisivas, los periodistas de aquí y los de allá, los columnistas monotemáticos o los que siguen al dictado los argumentarios de los partidos, todos ellos van a dibujar el perfil del candidato, le van a construir su reputación. Su sombra.


Un Argónidas redivivo de movimientos incontrolados, de reputación dispersa, de perfil incierto… salvo que los equipos de campaña, conscientes del riesgo, sean capaces y tengan la experiencia suficiente para devolver a Argónidas a laguna de la que nunca debió salir.